El consorcio en tiempos de cólera

Conflicto y Propiedad Horizontal.


 

El diccionario nos dice en su primera aceptación que “cólera”  alude a ira, enojo, enfado.

 

En el transcurso de la vida cotidiana del consorcio muchas son las cuestiones comunes que -precisamente por serlo- se reiteran como potencialmente capaces de generar situaciones enojosas, incomodas, inquietantes o potencialmente conflictivas. Ya en una nota anterior  (“Las escenas temidas del consorcista”) nos ocupamos de una serie de situaciones típicas del escenario consorcista, que en algunos casos podían derivar en quejas y conflictos, ya con el vecino, ya con el administrador, o con el encargado.

 

Actitudes ambiguas, acciones contradictorias u omisiones de las obligaciones que cada uno tiene en el consorcio según su responsabilidad y rol, son a menudo generadores de malos entendidos o comunicaciones enojosas.

 

Reclamos, quejas, opiniones no escuchadas, individualismo, y desconfianza, condimentan con frecuencia los trabajos y los días cotidianos de quienes habitan la propiedad horizontal. La comunicación insuficiente, equivoca o distorsionada suele ser una de las causas que derivan la creación de condiciones poco amables para el dialogo cordial y constructivo.

 

El consorcio -va de suyo- no esta aislado del clima de la sociedad mayor que lo enmarca y contiene, por lo que muchas de las tensiones socio-económicas de la vida cotidiana, sumados además los problemas actuales de seguridad, se vuelcan a las relaciones dentro de la PH, y bastara un pequeño disparador interno para que estallen en el seno de los vínculos consorciales.

 

Ya se sabe que tanto la figura del encargado como la del administrador son habitualmente receptoras de muchas de las demandas de los consorcisas, sean estos copropietarios o inquilinos. Algunas de estas demandas son coherentes y ajustadas a derecho y sentido común, otras no, ya que quizá reclaman de manera improcedente o demandan lo que se puede solucionar de inmediato por cuestiones de tiempo o recursos y no por ausencia de voluntad.

 

Cada cual en el acotado territorio de su departamento solicita solitario que le sea solucionado este o aquel problema con eficacia y eficiencia, y es lógico que así sea, pero en tanto la participación en general resulta escasa y el compromiso colectivo débil, la solución de las demandas se pueden tomar un dialogo de sordos.

 

Los estudios de los grupos humanos en situación de convivencia muestran que la mayoría de los conflictos que derivan en confrontaciones severas, no han sido abordados racionalmente por los protagonistas y ha primado lo emocional y la irracionalidad de posiciones por sobre el análisis sereno de los intereses que se cotejan, y que en algunos casos resultan contrapuestos. Y decimos “en algunos casos” porque hay muchos otros en los que la compatibilidad de intereses es perfectamente factible si se encara el conflicto con estilo analítico y enmarcado con la presencia activa de un moderador, que naturalmente puede ser el mismo administrador, en casa de un trance entre consorcistas.

 

Las personas suelen ser victimas del prejuicio y tienen tendencia a discutir desde posiciones cerradas y no considerar soluciones abiertas y creativas que las trasciendan. Si alguien se empecina en mantener una ventana cerrada y otro la quiere abierta, se debe avanzar en los intereses que se persiguen con cada posición –salvo que el motivo no interese realmente y sirva para contradecir al otro y nada mas-. ¿Qué tema se discute aquí?, ¿La circulación de aire?, ¿Una cuestión de seguridad?, ¿Una mirada estética?, ¿Un aspecto de curiosidad para enterarse que pasa del otro lado del vano? Pues bien, cuando se analizan los legítimos intereses de los oponentes y se conjugan alternativas que beneficien a los actores, -si sus posturas son razonables y no afectan a terceros-, se arriba más rápidamente a una solución.

 

 

Del problema a la confrontación personal

 

Otra cuestión propia de la dinámica de los conflictos es su tendencia a personalizar los temas que se abordan. Por ejemplo, ¿Se trata de una propuesta general que contemple la inconveniencia de sacar la basura fuera de hora o denunciar que Fulano es un mal vecino porque siempre saca la basura a deshora? La segunda cuestión puede ser cierta, pero si enfatizamos en publicar lo personal y calificar la actitud de tal o cual como propia de un “mal vecino”, habremos avanzado mucho o crear un nuevo problema de convivencia sin solucionar en cambio la cuestión de interés general que se persigue: que nadie saque la basura antes del horario propuesto por la municipalidad.

 

El surgimiento de un conflicto no es el problema de evitar (Pasa siempre y es connatural a la convivencia humana y animal en general), sino el mal manejo del mismo u la desnaturalización que deriva a la confrontación colérica y severa. Pasamos así del problema al dilema. Se sabe que un dilema plantea la exclusión de uno de los términos: “Si el otro gana, entonces yo pierdo”. En cambio el problema pone sobre la mesa la negociación. Ambos cedemos, ambos ganamos mucho y ambos perdemos un poco. En otros casos específicos ninguno pierde, sino que al replantearse la cuestión se llega a una solución en la que ambas partes quedan conformes.

 

Los conflictos y sus estilos: los conflictos pueden ser

 

·         Interpersonales

·         Intergrupales

·         Intragrupales

·         Mixtos

 

El interpersonal acontece cuando un vecino no se siente cómodo en su consorcio por razones enteramente subjetivas y eso hace que no interactúe con racionalidad o cordialidad.

 

Los interpersonales se dan cuando los vecinos se enfrentan por cuestiones diversas.

 

Los intergrupales se presentan cuando un sector del vecindario se amotina contra otro sector. Así se conforman facciones: los que están a favor de tal o cual cosa o por ejemplo, los que apoyan al administrador versus los que se oponen o quieren removerlo, etc.

 

Los conflictos intragrupales se verifican cuando un sector de vecinos que compartían una determinada posición o interés, comienzan a replantearse las demandas o la forma de solicitarlas, etc., y esto crea subgrupos de discusión.

 

Finalmente un ejemplo de conflicto mixto, es el enfrentamiento de un consorcista determinado con el resto de los convivientes. Es el caso del “vecino conflictivo” del que todos quieren su alejamiento.

 

Por último, a la hora de analizar las causas que devienen en temas conflictivos, encontramos por lo menos tres niveles

  • Las que devienen de cuestiones formales administrativas (liquidaciones confusas, obligaciones incumplidas, pagos fuera de termino, etc.)
  • Las que devienen del surgimiento de problemas o irregularidades edilicias y de contigüidad convivencial (ruidos, filtraciones de agua, contaminación ambiental, etc.)
  • Las que devienen del mero contacto personal y las normas sociales (falta de cordialidad, negación del saludo, prejuicios sociales, discriminación, etc.)

 

Fuente: Lic. Alberto Farias