Errores Humanos

El 75% de los accidentes de tránsito se producen por errores humanos durante la conducción de vehículos, sean éstos por imprudencia, impericia, excesos de velocidad, infracciones de tránsito, distracciones, etc.
Cuando se habla de distracciones parecería que se trata de simples errores o descuidos sin mayores consecuencias que, en la mayoría de los casos, pasan inadvertidos.

Pues bien, estas distracciones que se cometen mientras se está al volante de un rodado circulando, tales como: seleccionar y colocar un CD en el equipo de audio, encender un cigarrillo, tomar mate, pelar un caramelo, atender el celular o más grave aún, marcar un número desde el celular, son la causa del 35% de total de los accidentes de tránsito, o lo que es lo mismo, alrededor del 50% de los accidentes provocados por errores humanos, se deben a distracciones y descuidos cometidos por los conductores de un automor.
De esto se deduce claramente, la responsabilidad que se debe asumir al movilizarse al volante de un automóvil.
Cometer este tipo de imprudencias, mientras se maneja, pueden desembocar tanto en un simple roce con otro automotor, como en el origen de una tragedia, perfectamente evitable, de haberse observado una adecuada conducta de manejo. Si a todo lo antedicho, le incorporamos la incidencia de factores, como la velocidad, el alcohol o las drogas, el resultado final, será seguramente un cóctel devastador.

En el presente, la utilización de telefonía celular, se lleva los mayores galardones en el ranking de factores desencadenantes de accidentes de tránsito.

Esto responde a que cuando alguien está manejando, utiliza simultáneamente un celular, se produce automáticamente una distracción y una desconcentración sumamente peligrosa, obviamente, no siempre las comunicaciones que entablamos son para transmitir un deseo de feliz cumpleaños, sino que por el contrario, pueden ser llamados que generen tensión o agresividad, provocando alteraciones de orden emocional, acompañadas, por consiguiente, de la pérdida de atención y  concentración exigidas cuando se está al mando de un automotor.
Circular dentro de una ciudad significa hacerlo paralelamente a inmuebles imprevistos, condicionados por la intensidad del tránsito, luminosidad (diurna o nocturna), comportamiento de peatones, ciclistas, etc.

En tanto, en una ruta, si bien el manejo es algo más distendido, las velocidades de desplazamiento son mayores y en muchos casos excesivas, lo que reduce considerablemente los tiempos de reacción necesarios ante determinadas circunstancias. Si a todo esta carga de situaciones que exigen una total concentración mientras se maneja, se la recarga con actos imprudentes como los descriptos, poder ver las indicaciones y señales estáticas, semáforos, evitar maniobras de otros automovilistas cometidas sin previa indicación, etc., se transforma en algo muy difícil de observar y sortear exitosamente. Como dato ilustrativo, se debe tener en cuenta que a una velocidad de 100 Km./h un vehículo recorre 28 metros por segundo, es decir que, las distracciones descriptas anteriormente que insumen entre 4 y 10 segundos, representarían algo así como 110 metros y 280 metros en condiciones de concentración diferentes, con los riesgos que significa, riesgos que debemos asumir como únicos responsables de lo que puedan provocar, sin intentar encontrar culpables externos.

En nuestro país, existen alrededor de 6 millones y medio de usuarios de telefonía celular, cabe entonces preguntar: ¿Cuántos de ellos manejan? Y ¿De los que manejan, cuántos de ellos hablan irresponsablemente, a través de un celular mientras manejan?

A cuánto riesgo innecesario nos sometemos diariamente, al manejar a la par de conductores imprudentes e indolentes que, de alguna manera, atentan contra la seguridad de los demás, a pesar de la videncia desde el año 1995 de la Ley Nacional de Tránsito Nº 24.449 que prohibió la utilización de los teléfonos celulares mientras se conduce un vehículo automotor.
Finalmente, es conveniente recordar que no hay mejor conductor que, aquel que sabe anticiparse a lo que puede ocurrir a su alrededor, y que sólo se logra cuando se cuenta con un panorama integral del escenario por donde se transita y manteniendo una concentración total en el manejo del vehículo en el cual transitamos.

Carlos A. Freijo, en
“Administración, Consorcios y Usted…” 5/2004