El vecino virtuoso

En épocas bravas como las que nos toca vivir, plagadas de crisis económicas, poca solidaridad y mucho individualismo insensato, hablar de virtuosismo parece funcionar solo con grandes intérpretes de música o maestros del arte y la literatura. Sin embargo me propongo descubrir al sobreviviente de una especie en extinción... un vecino vituoso. Propietario o inquilino "el virtuoso" es para la mayoría de sus conocidos un buen vecino, un hombre o una mujer responsable, con buena onda, cordial, actitud positiva y solidaria.

Parece mucho, pero ¿qué menos le podemos pedir a quién pretenda el título que inspira ésta nota?.

Lo primero que un buen vecino en su calidad de consorcista debe manifestar es la conciencia de que no vive solo en el medio de su ombligo, sino en una comunidad territorial y por lo tanto de intereses que hacen al bien común.

Después tendrá que apreciar la importancia de contar con espíritu de equipo y un alma mosquetera que lo haga sentir un Dartagnan de la propiedad horizontal en el medio de la ardua lucha cotidiana que los endiablados problemas consorciales nos plantean: Su lema bien podría ser un lugar común: "Todos para uno y uno para todos".

Por fin un buen vecino debe tener la sabiduría necesaria para darse cuenta que sin solidaridad interna el barco residencial comenzará a hacer agua de tanto movimiento incoordinado. No es inteligente escupir para arriba, decía el guanaco, mientras el gaucho Fierro -de haber participado en una asamblea ordinaria- nos lanzaría al rostro la sentencia "Si nos peleamos los vecinos nos devoran los de afuera... de la PH".

Dicho todo esto en clave divagante, quisiera compartir con el lector un decálogo de principios del buen consorcista, que nuestro campeón imaginario de los derechos y deberes del vecino consorcial, tiene guardado en el cajón de su mesita de luz, junto con el reglamento interno y la ley 13.512.

Todo buen vecino de consorcio debe:

  1. Saber que no vive solo.
  2. Interesarse en leer los reglamentos de su PH y respetarlos.
  3. Comprometerse a sostener proporcionalmente en tiempo y forma las expensas comunes del edificio.
  4. Participar activamente en los asuntos y reuniones de su consorcio.
  5. No plantear en las asambleas solamente quejas y problemas sino proponer soluciones y proponer ideas de mejoramiento de la calidad de vida.
  6. Ser solidario con los vecinos de su PH y considerado con los vecinos de su barrio.
  7. Tener una fluida comunicación con los otros consorcistas y con el administrador.
  8. No acudir al administrador solamente cuando tiene un rpoblema en su departamento.
  9. No considerar al encargado como un empleado de la administración, sino como un integrante clave de la organización del edificio, que debe observar fidelidad a los intereses del consorcio de co-propietarios.
  10. Ser discreto con la vida privada de los vecinos evitando alentar chismes y rumores, al tiempo que preservar de manera elegante su propia intimidad.

Bien miradas, las cualidades de este habitante imaginario que ocupa algún departamento contiguo al nuestro, no son tan extraordinarias en su esencia (aunque acepto que no son muy frecuentes de ver en nuestros vecinos... y en nosotros mismos, nobleza obliga). ¿Qué es lo que hace que nuestras actitudes cotidianas en nuestro rol de convivientes consorciales habitualmente no estén en línea con aquellas virtudes? ¿Nuestras personalidades? ¿NUestras creencias? ¿La presión social? ¿Nuestra forma de pensar la vida en sociedad? ¿Una cultura instalada que gira sobre el individualismo acérrimo? ¿El desaliento escéptico que tenemos como comunidad que ha renunciado a los valores de nuestros abuelos? ¿El mercado distorcionado y salvaje que nos alienta a ser malos competidores sin normas, negando nuestras necesidades éticas y emocionales como personas sensibles?.

Una sociedad de derecho contractual no puede crecer en calidad y consolidarse potente solo apoyada en el frío marco normativo de deberes y derechos, impresindible, necesario aunque no suficiente: Sostenida en la ley debe ser además una sociedad sustenatda en la Comunidad. Sin el aliento moral de los usos y costumbres comunitarios que impulsen el buen decir y el mejor obrar, la sociedad contractual no puede evitar autodestruirse en el encierro ciego del mezquino interés de patas cortas que la lleva a la lógica del "todos contra todos". La política doméstica que pinesa al semejante como potencial "enemigo" no puede obtener otro resultado que nuestra propia decadencia generadora cada vez de más y más conflictos y problemas que tratados como dilemas, giran siempre en torno al "malentendido", tan propio del nosotros.

Tengo por mí que el consorcio de PH es un interesante ejemplo de micro sociedad centrada en una impetuosa vida comunitaria en torno a la cotidiana expectativa que tenemos de la actitud del otro próximo. Y la política del buen vecino es una interesante forma de arrimar ejemplos de virtuosismo a quienes se empeñan en practicar el tortuoso arte vernáculo del pesimismo como rasgo de identidad vecinal y ciudadana.

Lic. Alberto Farias, Consultor organizacional en capacitación de RRHH, en "Cámara de Administradores de Propiedad Horizontal" Ed. N° 23